Resumen:
En el preámbulo de la actual constitución del Ecuador se establece el reconocimiento de nuestras raíces milenarias, forjadas por mujeres y hombres de distintos pueblos, celebra a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia, invoca el nombre de Dios y reconoce nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad y apela a la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen como sociedad.1 Sin embargo, a pesar de años de lucha de los movimientos sociales y los programas en los que ha venido trabajando el gobierno nacional podemos constatar que la sociedad ecuatoriana sigue caracterizándose por el irrespeto a la diversidad y el racismo.
El racismo constituye uno de los peores tipos de violencia que afecta al mundo y cuyas causas se atribuyen a motivos raciales, tono de piel u otras características físicas de las personas, de tal modo que unas se consideran superiores a otras. En el Ecuador estas causas se suman a una identidad nacional ambigua y excluyente en la que la sociedad busca encajar en un estereotipo “blanco” como medio de aceptación.