Resumen:
La interculturalidad es la mejor alternativa para que nuestra realidad latinoamericana pueda
dar respuesta a la globalización, la misma que quiere equiparar todas las formas de pensar a la
neoliberal capitalista: esta ha desterritorializado las culturas y ha pretendido homogenizarlas a
la occidental, acarreando con ello graves consecuencias antropológicas. La globalización no
ha sido más que una construcción ideológica que representa los intereses de los capitalistas y
neoliberalistas y que ha monetarizado todas las dimensiones sociales y humanas. La
concepción moderna de “sujeto” es absolutamente totalitaria y además, responde a un
proyecto de “humanismo” egocéntrico que lo configura como centro del universo.
En nuestra realidad histórica, el concepto de igualdad no puede ser usado como estrategia de
conquista ni colonización; no puede pretender que los individuos, pese a su diversidad, sean
equiparados a un mismo estilo de vida. De igualdad sólo podrá hablarse en relación a derechos
y oportunidades, más no a formas de pensar ni de actuar. No puede permitirse una reducción
imperialista de las distintas culturas al capitalismo neoliberal, cubierta con la pantalla de
“crecimiento común a escala mundial”. En nuestra región latinoamericana nunca ha habido un
crecimiento común, sino un crecimiento disparejo, en el que ha reinado la justicia y la falta de
libertad. Lamentablemente, en nuestra región la diversidad ha sido sinónimo de desigualdad.
Nuestra sociedad ha estado caracterizada por ser altamente inequitativa y por tener brechas
sociales agigantadas. Ha reinado el etnocentrismo y los denominados blancos-mestizos han
sido los que han ostentado el poder social y económico, pese a que Ecuador ha sido
reconocido como un país pluricultural, se ha sometido a todos los pueblos a la lógica del
mercado capitalista. Ahora, lo fundamental es responder ¿cómo convivir con diferentes? y
¿Cómo construir una sociedad equitativa en un mundo de extrema diversidad?