Resumen:
Ataviado con una raída sotana y la incertidumbre de su destino cubriéndole el alma, Pedro San Juan y Fernández, el ‘cura niño’, partió del puerto de Barcelona con la exclusiva misión de difundir la santa palabra de Dios y la Madre Iglesia en tierras de ultramar: debía catequizar a los ‘salvajes ecuatorianos’ en algún rincón de ese exuberante paraje en la mitad del mundo, allá donde un día sus valores, su fe y sus recuerdos se volvieron un solo amasijo de tormentos que lo sumieron en la nostalgia y en una peregrinación en vida. Buscado, rastreado hasta el confín del mundo por el capitán Hipólito Vargas, quien tenía entre ceja y ceja cobrarse la deuda que el cura ranclado tenía para con la Iglesia y con el propio honor del mismo capitán por su carrera policial destruida, el ‘cura hombre’ no sólo huye de su destino sino de su propia conciencia y del condumio agridulce que provocan los sinsabores del amor. Mas “en el trastero de su alma yacían los recuerdos de un cura casi niño que perdió a Dios entre la lujuria y los libros”, recuerdos que llevaría tatuados como cilicios pegados al alma, como la cruz de madera sin Cristo y el retumbar de las marimbas y los tambores que se fundían con la brisa del mar en los intersticios de su cerebro. Y como nada es casual y todo vuelve a su destino, el círculo debía cerrarse, Pedro San Juan y Fernández, o Pedro Fernández García, volvería a su sino en La Bocana de las Iguanas, tras haber pagado su condena de infierno en la misma Tierra. Ya todo estaba escrito.