Resumen:
El neoliberalismo capitalista y el desarrollo a ultranza, poco a poco, demuestran
sus perversos resultados con la polarización entre ricos y pobres y, la intolerancia
étnica, religiosa, social, lo cual, sumado a la voracidad de las mega empresas ha
conducido a cruentas guerras.
La pobreza, eufemísticamente calificada por los organismos multilaterales
como “pobreza crítica”, se acompaña de la muerte de millones de niños y niñas en los
países de la denominada “periferia”.
A su vez, estos sucesos tienen como constante la separación del ser humano
con su entorno natural. La razón del individualismo, las ambiciones de la acumulación,
envilecen las relaciones sociales; la “civilizada barbarie” está acabando con la
naturaleza. Todo se justifica con el discurso del progreso, ignorando que en el
horizonte mediato se vislumbra, y no como una fantasía o una especulación de
campaña política, la inviabilidad del proyecto de vida de la sociedad humana.
En este entorno, Ecuador ha vivido una persistente crisis económica, política y
social desde hace tres décadas: millones se han empobrecido, ha crecido el
desempleo, la desocupación plena y la fuerza laboral ha debido recorrer el penoso
proceso de vinculación a la informalidad o, caso contrario, migrar hacia los Estados del
norte: en los últimos años se estima que no menos de tres millones de trabajadores/as
han salido del país.